Empezando por el principio
Hola, mi nombre es Alberto, y soy una persona de verdad. Lo que voy a contar en este diario, sin embargo, no es cierto, aunque guarda un desagradable parecido con la realidad. Lo siento, pero es que creo que la realidad es mi única pertenencia, y contarla sería regalarla. No esperarías que le fuera a dar mi realidad a cualquiera, ¿verdad? Escribirla adornada, ennegrecida con carbón de camuflaje, convierte el regalo en un préstamo casi inocente. Mejor me callo. Hablar de lo que hago, cuando todavía no lo he hecho, es una estupidez. Si quieres, cuando haya terminado, podemos retomar esta conversación. Claro que, para entonces, yo estaré muerto, y eso hará tu parte mucho más aburrida. Bueno, no te quejes, tampoco tú estás hablando demasiado ahora. Podemos hacerlo así: primero me dejas que yo diga todo lo que tengo que decir, y después, cuando esté yo enterrado bien hondo, le cuentas a mi tapa de marmol lo que sea que tengas que decirme. Es un pacto justo; al final, los dos habremos hablado lo mismo.
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