sábado, febrero 19, 2005

Las buenas historias no quieren ser escritas

Fragmento extraído de “Crónicas de un escritor” de A. S. Littlesand, 1967:

Las buenas historias no quieren ser escritas. Nunca se aparecen cuando uno espera la inspiración sentado delante de una hoja en blanco. Y si lo hacen en otro momento, en la oscuridad de un cine o jugando a las cartas en una playa al atardecer, será muy difícil escribirlas después.

¿Y por qué esto último? ¿Por qué es tan difícil pararse a escribir la historia que ya habías desarrollado en el interior de tu cabeza? Yo nunca he creído que sea un problema de pereza. Una posible razón es que muchas personas —que se esconden bajo la apariencia de escritores— son en realidad pensadores. No les gusta contar historias a los demás, sino a si mismos. A veces tienen la fortuna de pensar sobre el teclado de una máquina de escribir, y dejar, como despojo de su diversión, un buen relato en el papel. Pero, ¿qué pasa cuando la historia llega en el momento inapropiado? ¿Qué ocurre cuando, no teniendo papel y pluma, el pensador escribe la historia dentro de su propia mente, usando sus neuronas en vez de tinta? El supuesto escritor pierde entonces el interés en transformar los pensamientos en letra impresa, pues, a su modo de ver, el cuento ya está escrito […].

Existe otra posible causa: El terrible miedo, de todo aquel que se cree artista, a estropear algo de su propia creación. El escritor piensa que la historia que ha inventado es fabulosa, pero no confía igualmente en su habilidad para escribirla. Los escritores, aunque jamás acepten su poca imaginación o creatividad, pueden reconocer tranquilamente su falta de pericia técnica con el lenguaje (igual que la mayoría de la gente reconoce, sin ningún escrúpulo, tener poca memoria, pero nunca reconocería tener poca inteligencia). Así, el proyecto de escribir las mejores historias se va aplazando poco a poco, hasta que su propio autor las olvida o las aborrece.

(Porcentaje de realidad: 0%)