Happy Birthday, Mr. President
Perdonad que haya escrito el título en inglés. Es un truco rastrero para conseguir que esta página tenga más visitas.
A lo que íbamos: Hoy ha sido mi "no cumpleaños" y lo he celebrado junto al coleguilla Vicente. ¿Que por qué le llamo "no cumpleaños"? Espero que nadie se enfade cuando se entere, pero la verdad es que falta mucho para mi auténtico cumpleaños. He aprovechado que mis amigos me conocen desde hace solo unos meses, para colarles este cumpleaños de mentira. Te estarás preguntando por qué he hecho semejante cosa, ¿no es así?
¿Habrá sido por los regalos? No lo creo. Me han encantado, pero he sufrido enormemente al recibirlos. Nunca he sabido poner cara de recibir regalos.
¿Lo habré hecho para poder lucir la tarta que preparé ayer? No, porque ya sabía que todos iban a darse cuenta de quien había sido su auténtica creadora (gracias mamá).
¿Quizá para reunirme con los amigos? En principio parece una razón convincente, pero la verdad es que me habrían invitado de todas formas a la fiesta del Vicen y me habría ahorrado el curro, las compras y el estrés.
La verdad es que hay una única respuesta. Una ridícula, preocupante y -sobre todo-, vergonzosa respuesta para esa pregunta: Lo he hecho porque quería soplar unas velas.
Sí señor, quería soplarles a unos palos de cera pinchados en un estúpido bizcocho, y no dudé en engañar a algunas de las mejores personas que conozco para conseguirlo. Pero el que está ahí arriba, que es un cachondo mental cuando se lo propone, se enteró de mis malas artes y quiso hacérmelas pagar. Al terminar el "Cumpleaños Feliz", en el preciso instante en que acabé de hinchar mis mofletes, vino una ráfaga de viento y sopló las velas por mí. Lo peor de todo es que, por culpa de mis malos reflejos, me puse a soplar medio segundo después, y todos creyeron que había sido yo quien las había apagado. Levanté las manos para detenerlos y explicarles su error, pero ya era tarde: habían empezado a aplaudir, a traer los cuchillos y a poner los platos.
Me he pasado el resto de la tarde ensimismado. Y es que hay una duda que me está martirizando desde entonces: puesto que Dios ha soplado las velas por mí, ¿se le habrá cumplido a él mi deseo? Espero que no; no me gustaría que, por mi culpa, tuviera que romper su voto de castidad.
Hay un par de cosas más que contar sobre el día de hoy, pero sé de buena tinta que sus protagonistas van a mirar este blog. Me lo guardaré para otro día, cuando se aburran de leerme. Un abrazo, guapas.
(Porcentaje de realidad: 75%)
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