miércoles, noviembre 02, 2005

Reemplazo y olvido de algo más que un teléfono

No se puede decir que mi móvil y yo fuéramos verdaderos amigos. Él tenía su vida y yo la mía. Nunca conseguimos hacer que nuestro enfoque del mundo coincidiera, ni siquiera en los detalles más elementales. Sin embargo, ahora que ha caído en desgracia, me siento apegado a él, como si fuese una parte de mí o una época de mi vida la que se guarda en una caja del trastero. No debería echarle de menos; después de todo, él no eligió marcharse: fui yo quien lo sustituyó por una criatura más inteligente, avanzada y, sobre todo, más obediente. ¿Quién iba a decirle al pobre cuando lo fabricaron −tan sofisticado, tan a la última−, que algún día lo devoraría un recién llegado?


(Porcentaje de realidad: 85%)