lunes, enero 10, 2005

Bucles

Hay personas a las que no les gusta conservar recuerdos. Eso se debe a que su vida no está formada por bucles.

Yo también he creído alguna vez que los objetos no son necesarios para recordar el pasado, que basta con la memoria. Suelo pensar así en las épocas en las que mi vida camina hacia delante. Hay temporadas en las que cada mes es distinto al anterior, cambio tras cambio, y uno se dice: “¿Quién quiere recuerdos? Yo sé lo que he vivido”.

Pero luego, de pronto, uno se da cuenta de que ha acabado en el mismo lugar en el que ya estuvo mucho tiempo atrás, rodeado de las mismas personas, los mismos olores y las mismas sensaciones.

for (i = 1 ; i < ¿quién sabe? ; i++) {
      mañana( );
      tarde( );
      noche( );
}

Ese bucle es el enemigo de la memoria. Las neuronas se desorientan y los recuerdos ya no parecen tan firmes. Los círculos cerrados engañan.


A mi me ocurrió hoy en clase. Miré hacia delante y nada había cambiado desde el diez de enero del año anterior: las mismas cabezas, peinadas igual, escuchaban al mismo profesor desde las mismas sillas. La luz era igual, el tacto del bolígrafo, el sonido de la tiza en el encerado… El bucle que había empezado doce meses atrás se cerró, y me invadió la impresión aterradora de no haberme movido, como si hubiera soñado todos los recuerdos del último año en una cabezada accidental de cinco minutos. La sensación era tan nítida que llegué a creer realmente que había inventado los últimos meses… Si a Zack le ocurrió en un episodio de Salvados por la Campana, ¿por qué a mí no?

Entonces, justo entonces, recordé los recuerdos. Recuerdos de tela, papel y metal que duermen en mis bolsillos. Los busqué a ciegas con los dedos y los encontré en su lugar, tangibles, reales, indelebles. Uno de ellos me habló en morse, dándome golpecitos en el pulgar:

–No te preocupes –me dijo–, no estás atrapado. No es el mismo instante, sólo son dos instantes iguales.

No es un bucle, sólo son dos líneas iguales en el código.

(Porcentaje de realidad: 50%)