lunes, enero 03, 2005

Des-integrado

Antes iba a un gimnasio para aprender Jeet Kune Do. Vestíamos de negro, con misteriosos símbolos asiáticos en rojo y amarillo. Entrenábamos los músculos para hacerlos rápidos y flexibles, aprendíamos la psicología del luchador, ensayábamos los movimientos más eficaces para desintegrar al enemigo en un solo golpe: “Ojos, testículos y rodillas”.

Un día, nos juntamos a la salida en una cafetería cercana al gimnasio, para celebrar el cumpleaños de Jack, el profesor. Le habíamos comprado un regalo, y nos invitó a una ronda. Había buen rollo en aquella mesa, un buen rollo criminal. Éramos duros, peligrosos… El profesor brindaba con su jarra, y nosotros, sus esbirros, coreábamos “¡salud!” como una sola voz. Entonces Jack se levantó y dijo:

-Así, tíos, así debe ser. No somos solamente una clase de Jeet Kune Do, somos algo más. ¡Somos una piña!

Aquellas palabras me hicieron un efecto inmediato. Me desplomé en la silla, preocupado, y sí, asustado. Me di cuenta de que me había integrado en aquel grupo. Al día siguiente me desapunté y no volví jamás.

Espero aún que llegue el día en el que yo mismo comprenda mi necesidad de ser raro. No es una actitud premeditada. Si me preguntas, te diré que me siento solo, que estoy deseando formar parte de algo, que sueño con integrarme… Ojalá estuviera en mi mano, pero no es algo que yo pueda decidir. Ocurre sin más: cuando estoy a punto de lograrlo… Me desintegro.

(Porcentaje de realidad: 95%)