miércoles, marzo 02, 2005

Insert coin

Siempre me han gustado los videojuegos. Me atraen como la mismísima gravedad, desde que era muy pequeño (aunque últimamente apenas tengo tiempo para ellos).

Mi padre odia todo aquello que huela a diversión electrónica pero, por suerte, le encantan el resto de las aplicaciones de la informática. Compró un maravilloso msx cuando los ordenadores aún eran un lujo caprichoso para fanáticos. Y poco después, en la Navidad del 86, los Reyes Magos se portaron como tales y −desoyendo los consejos de mi padre− trajeron un lote de diez videojuegos. Recuerdo el efecto hipnótico que me produjeron aquellas primeras imágenes en fósforo verde, y lo eternos que se hacían los minutos mientras se cargaban los programas desde un casete. Los personajes eran monigotes de cuatro píxeles, y los escenarios estaban construidos con unos pocos dibujitos elementales, repetidos hasta la saciedad, pero a nadie parecía importarle. Yo me creía aquellos mundos como si existieran de verdad. Es poco probable que ningún juego moderno, por muy realistas que sean los gráficos, sea capaz de engañarme más que los rectángulos saltarines de los ochenta. Sí, vale, es verdad, entonces tenía seis años… Pero no se trata solo de eso. Los juegos viejos eran como los libros: tenías que ponerlo casi todo por ti mismo. Tampoco los libros tienen muy buenos gráficos y, sin embargo, pueden ser mucho más creíbles que una película.

Cuando me mudé al pueblo en el que vivo ahora, encontré que había dos salones recreativos. Comparadas con las primitivas imágenes de mi pequeño ordenador, aquellos gráficos parecían la realidad misma. Me quedé deslumbrado. Aunque nunca metía una sola moneda −porque mi padre me había convencido de que aquello significaría mi perdición−, me pasaba horas merodeando entre las máquinas, mirando por encima del hombro de siniestros adolescentes, observando como aquellas diminutas y brillantes criaturas nacían y morían en la pantalla.

Por entonces, soñaba con programar mi propio videojuego. En muchos de los primeros juegos del msx el código era accesible, y mi hermano y yo nos divertíamos modificándolos. Cambiando el dibujo de un coche por el de un monigote con una pelota, el juego de rally se convertía en uno de fútbol. Supongo que fue allí donde le cogí cariño a la programación. Intenté hacer mi primer videojuego completo cuando tenía 10 años pero jamás conseguí que el muñeco y los malos se movieran a la vez: o se movía uno o se movían los otros. Yo quería hacer un juego de kárate, pero me salió algo parecido al esconderite inglés. He programado varios juegos, relativamente sofisticados, a lo largo de mi vida, pero sigo con la espina clavada de aquel primero. Perdí el programa sin conseguir que funcionara. En fin, ¡qué le vamos a hacer! Un pequeño trauma más para la colección.

Mi padre sigue pensando que los videojuegos son una pérdida de tiempo y, sobre todo, una fuente inagotable de violencia. No he sido capaz de convencerle de que pueden ser una forma de arte más, tan válida como las otras. Él dice que no puede verlos como tal mientras sigan siendo tan sangrientos.

Yo no acabo de creerme que los videojuegos inciten a la violencia (aunque, quizá sí, inciten al suspenso). Según mi experiencia, las personas más aficionadas a los videojuegos suelen ser también las más pacíficas y caseras (freakys, para entendernos). ¿Quién sabe? Tal vez mi padre lleve algo de razón: no parece muy sano que los niños disfruten atropellando viejas y disparando a la gente en la cabeza.

El otro día, mi hermano pequeño y yo nos compramos un juego nuevo, estúpidamente caro, que se llama “World of Warcraft”. Pertenece a una nueva generación de videojuegos, los llamados “masivos”, en los que miles de personas interactúan en un mundo virtual, a través de Internet. Gráficos 3D, efectos de luces, simulación de fenómenos meteorológicos… Es cierto, no soy tan purista como creía, me pierde lo nuevo. Pero hay algo que, gracias a Dios, no ha cambiado: después de casi un cuarto de siglo, todavía me engañan con un juguete.

(Porcentaje de realidad: 100%)