viernes, noviembre 12, 2004

Fábula postal

Érase una vez un señor topo, que era ciego por ser topo pero que, además, era sordo. Vivía en una pequeña madriguera en las afueras, y sólo se comunicaba mediante postales escritas en braille.

Una mañana, el cartero se acercó a su buzón y lo rellenó de cartas preciosas. Pero, de tantos sobres que intentó meter, se le cayó al suelo un cartoncito de publicidad, sin que se diera cuenta. Al marcharse, lo pisó por accidente, con tan mala suerte que dejó inscrito sobre él los tacos de su bota, formando la palabra "adiós" en la escritura de los ciegos.

¡Ay, pobrecillo topo, al encontrarlo al mediodía! Allí se quedó, en la puerta, seco de pena. No hubo ni que enterrarlo. Lo empujaron hacia dentro y sellaron la madriguera.

Moraleja: El buzón, cuanto más grande, mejor.

P.D. Perdonad esta obsesión con el correo. No sé que me pasa, supongo que he escrito demasiadas cartas esta última semana.

(Porcentaje de realidad: 50%)