Tomasulo
Recuerdo la primera clase de “Electromagnetismo II” que di en la escuela. El profesor era un tipo bajito, vestido a diario de bata blanca, organizado y bastante claro en las explicaciones. Buena gente, en general. No obstante, le notaba yo siempre una expresión de guasa, como si estuviera riéndose de todo el mundo. Uno esperaba que, en cualquier momento, le diera por gritar:
- ¿Cuántas clases llevamos? ¿veinte? ¡Pues todo lo que os he dicho era mentira, pringaos!
A mí me recordaba a un teletubie maligno, aunque se parecía más a los cantantes de copla de las películas antiguas.
Lo que recuerdo de aquella primera clase es que dibujó en la pizarra la letra griega “θ” y dijo:
- Bien, para representar ángulos usaremos a menudo esta letra. Ya sabéis que se llama “tita”… Bueno, “teta” si venís de un colegio público.
Sí, era un truquero aquel profesor, sabía quedar de guay. Pero a mí me hizo pensar. Me di cuenta de que, paralelamente a los verdaderos listos -los listos con gafas que diseñan las ecuaciones, los métodos numéricos y los algoritmos-, existieron unos científicos chuscos, que dedicaron su existencia a poner nombres cachondos a las cosas. ¿Cuáles fueron sus motivaciones? Quizá se vengaban de alguien, o querían echar abajo el sistema, no sé… A mí me parece que lo único que buscaban era hacer que los profesores, en adelante, se pusieran coloraos en clase. En fin, a todos esos payasos de la ciencia, gracias:
- Por la función seno.
- Por la suma de los catetos.
- Por el algoritmo de Tomasulo.
- Por la región de penetración del diodo PN polarizado en inversa.
- Por el número 69.
- Por la letra “P” con subíndice “2”.
- Por la clase de “Electrónica Anal” (Analógica no cabe en los recuadros de los horarios).
- Por la recta subnormal.
- Por la librería “conio” del lenguaje C.
Por todo… Muchas gracias. Sois mi inspiración.
(Porcentaje de realidad: 100%)
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