lunes, noviembre 15, 2004

¡Ya ves!

Me levanté hoy helado. Tenía que salir a la calle. Me puse dos pares de calcetines, pantalón con forro, camiseta, camisa, jersey y chaquetón. Para el bulto del cuello, bufanda y gorro.

Estoy en la calle y no tengo frío. Miro al cielo nublado y le saco la lengua. Cierro la puerta con llave. Las llaves... Están heladas. Las pongo en un bolsillo de la cazadora. Al meter la mano detrás, noto el metal frío. Se me hielan los dedos. No quiero ir con las manos fuera. Cambio las llaves al pantalón. Demasiado sueltas. Al caminar hacen "clink, clink, clink". Soy el único gato que conozco que se ha puesto el cascabel a si mismo. Un niño me apunta. Le dice a su madre "mira, un señor-grillo". No me gusta que me llamen señor. Saco las llaves. Las quiero meter en el bolsillo interior del abrigo... Tendría que abrir la cremallera. No hay ganas. Me las guardo en un zapato. Descubrimiento: las llaves duelen. Me descalzo. Un señor se queda mirando las llaves que caen de mi calzado. "Uf, ¡no vea que incómodo es!" le digo. El señor se aleja con cuidado de que no se le meta ninguna llave en el zapato.

"No me haréis pasar frío, criaturas" pienso. Las pongo debajo del gorro. Pesan. Las noto moverse. Avanzan despacio, diente a diente. Se deslizan hasta la oreja. Me están acariciando donde me gusta. Estoy harto, las tiro por una alcantarilla. Libre al fin.

Llego a mi destino. No tengo llave. Me quedo en la calle esperando. Me estoy helando.

(Porcentaje de realidad: 40 %)