Diez segundos
No soportaba a la persona Cela, pero adoraba al escritor Cela.
Y uno se para a pensar: Pero… ¿Es que no son la misma persona? ¿Qué diferencia hay entre el viejo que hablaba en televisión y el viejo que hablaba en las páginas de los libros?
La diferencia son diez segundos para pensar.
Dime la verdad, ¿cuánto tiempo piensas lo que vas a decir? Tú y yo sabemos como funciona esto de las conversaciones. Alguien te habla y tu cerebro responde. No tú, sino él. Hablar es un acto reflejo. Odio cuando la gente dice: “¡Es que habla sin pensar!”. ¿Acaso alguien habla pensando? Cela era encantador, pero sus reflejos eran groseros.
Yo soy la persona que va diez segundos por detrás del cretino que parezco. Sí, quizá yo también sea un cretino, pero es seguro que somos cretinos diferentes.
Ojalá pudiera hablar en persona con alguien… Pero no puedo. Alguna vez, cuando alguien me hace una pregunta, le digo a mis reflejos: “Esperad, dadme diez segundos, dejadme contestar a mí”. Mis reflejos son obedientes y me conceden esa petición, pero no ocurre lo mismo con mi interlocutor. Nadie te da más de cinco segundos para contestar. Nadie comprende mi latencia.
Al final, los reflejos toman el control de nuevo, con una sonrisilla despectiva, como diciendo: “Ay, anciano lánguido, tú dedícate a escribir, que es lo tuyo. Yo me encargo del parloteo.”
Yo solo digo la primera frase, las demás no son mías. No me las tengáis en cuenta.
(Porcentaje de realidad: 95%)
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