lunes, enero 24, 2005

Tu Distrito: Guía telefónica local

Cuando mi hermano Edu, el pequeño, tenía 11 años, convocaron un concurso de dibujo en los colegios del pueblo. El dibujo ganador sería la portada de la próxima guía telefónica local, y su autor se llevaría una Nintendo 64.

Por aquel entonces yo iba a un instituto de Málaga, y esperaba a diario al autobús (al Portillo) en una parada de la costa, al lado mismo de la playa. Desde allí podía asistir, durante algunos meses al año, al espectacular amanecer en las playas del Sur. Aquí el sol sale por el mar, tiñéndolo todo de colores cálidos y brillantes durante unos pocos minutos. Recuerdo el aroma de la playa vacía, cuando aún no lo había contaminado el olor de los bronceadores… la visión de la luz fría de la mañana sobre la arena, el brillo sin sombras en la fachada de los hoteles, y en el viejo castillo moro que sobrevive al final del paseo... Y al mismo tiempo, el sonido atronador de la carretera de la costa, de los coches a cien por hora, las luces tardías de las farolas y los letreros de neón que se apagan poco a poco; y en mis dedos, el tacto frío del banco metálico en la parada de autobús…

No es un recuerdo favorecido por el paso del tiempo: ya entonces me tenía sobrecogido aquella imagen, y creo que, gracias a ella, me sentía capaz de levantarme cada día para ir al instituto. Por eso, cuando mi hermano pequeño me llamó para pedirme consejo sobre qué dibujar para el concurso, y me dijo que el tema era “Mi pueblo”, no lo dudé ni un instante. A la mañana del sábado siguiente me lo llevé conmigo para enseñarle aquel lugar.

Mi hermano dijo: “es guay”. Volvimos a casa y se puso manos a la obra. Se pasó todo el fin de semana haciendo dibujos y, a primera hora del lunes, entregó a su profesor la versión definitiva.

Algunos días más tarde estábamos hablando de un videojuego cuando mi hermano dijo:

-Ese lo tiene un amigo mío… Cuando nos traigan la Nintendo 64 se lo pediré.

Los demás nos reímos, pensando que era una broma, pero mi hermano permaneció totalmente serio. Mis padres intercambiaron unas miradas comprensivas, como de lastimosa ternura.

-Edu –le dijimos-, en ese concurso participan más de diez colegios, miles de niños. Está bien intentarlo, pero ganar es muy improbable.

-Pero es que voy a ganar –contestó mi hermano.

Intentamos convencerle, pero no hubo manera. “Pobrecillo, se va a llevar una decepción tremenda” le comenté yo a mi hermano mayor. “Dejadle, es bueno que aprenda estas lecciones por si mismo” añadió mi padre “tiene que aprender que las cosas no siempre salen como uno quiere”.

Supongo que, si conocéis a mi hermano pequeño, ya os imaginaréis como terminó esta historia. Junto con la Nintendo 64 recibió también algunos juegos, un viaje a Sierra Nevada y un trofeo precioso. Y creo que su dibujo sigue siendo, a día de hoy, la mejor portada que ha tenido nunca la guía telefónica de mi pueblo.

Por cierto, sí que aprendió una lección, aunque desde luego no fue la que nosotros pretendíamos enseñarle. Ahora dice que va a ser un actor famoso, que va a protagonizar su propia serie de televisión y que va a ser multimillonario. Y yo no pienso llevarle la contraria.

(Porcentaje de realidad: 95%)