miércoles, abril 13, 2005

Domingueros

−¿Están ustedes planeando una excursión al bosque? ¡Qué encantadora idea para este domingo! Permítanme entonces que les haga un pequeño croquis (aquí mismo, sobre la arena) de todas las maravillas que pueden buscar a lo largo del camino.

»Les recomiendo que partan de este punto. Las vistas de la ciudad que dejan a su espalda son maravillosas, y podrán escuchar el altavoz en toda su grandeza. ¿El altavoz? Oh, ¡vaya usted a saber quién le puso ese nombre! Pero tenga por seguro que su aullido les acompañará gran parte del viaje. No se alarme todavía, el aullido será la más amable de sus desgracias. ¡Incluso puede que lo añoren cuando estén lejos, perdidos en la resbaladiza ladera de una montaña asolada, a medio camino entre la nada y ningún sitio!

»Avancen unos cuantos metros por el sendero. Pueden recoger flores para decorar sus cabellos. Los colores de la vegetación son espectaculares, en eterna competencia con la gama esmaltada de añiles y púrpuras en las alas de los insectos. Tengan cuidado, porque algunos son mortalmente tóxicos. Procuren que aquellos individuos del grupo que sean fundamentales para la supervivencia no entren en contacto con las flores. Y tampoco aquellos a los que tengan especial cariño. En caso de emergencia, la amputación resulta una solución eficaz y relativamente sencilla.

»En este cruce encontrarán a un hombre afable y sonriente, jugando con un niño pequeño junto a un anticuado Renault rojo. Este hombre les sugerirá un camino distinto al que llevan, con promesas de bellos paisajes y manantiales de aguas cristalinas. Mi consejo es que le escuchen amablemente, incluso que reciban sus regalos, pero que jamás sigan sus recomendaciones. Lo cierto es que tanto el padre como el hijo llevan ya muchos años muertos, tal como revela el blanco macilento de sus labios. No conozco las circunstancias de su muerte, ni comprendo su odio sobrenatural a los viajeros… Pero, si obedecen sus consejos, terminarán perdidos (y acaso atrapados para siempre) en un maloliente solar, de fronteras inalcanzables. ¡Quizá puedan subsistir, si consiguen sobreponerse a la sed y no beber del infecto manantial!

¡Ay, la sed, que recuerdos…! ¡Dios quiera que la locura no se apodere de sus almas cuando crean acercarse al final de su viaje! Pero no tengan demasiadas esperanzas. ¡La euforia los perderá a todos! Malgastarán el agua en juegos desvergonzados, abandonarán los zapatos en la cuneta, dejarán atrás a sus amigos... ¡Luchen contra sus delirios, no se dejen arrastrar, sigan adelante!

»A estas alturas, si han sido suficientemente fuertes, se acercan ya al lugar en el que se estrelló el viejo helicóptero. ¡Qué historia tan triste! Dos novios recién casados murieron en su viaje nupcial. Esparcidos por la montaña, aún pueden verse los jirones del precioso vestido blanco, las invitaciones de boda, los menús para el banquete… ¡No los miren, avancen, avancen! Ah, triste destino… Perdonen las lágrimas de este pobre viejo.

»Y eso es todo, amigos míos. Pueden coger un autobús para el regreso. El lunes tendrán una bonita anécdota que contar en el trabajo…

−¡Nunca más!

−¡Silencio! ¿Quién ha dicho eso? ¡Ah, es mi viejo cuervo ancestral! Les ruego que perdonen su desfachatez. Desde que volvió de recoger chapapote no hay quién lo aguante.

(Porcentaje de realidad: 40%)