miércoles, mayo 04, 2005

Disculpa

¡Ay, qué vergüenza! Ya son más de 20 días de abandono... Pobre blog, no sería el primer amigo que pierdo por esta causa. Llevo un buen rato buscando una excusa convincente -o al menos una que me convenza a mí-, pero no encuentro ninguna. Me quedé en domingo permanente, como dijo el guisante. Habría avisado de que no iba a escribir si lo hubiera sabido.

Estoy leyendo una novela muy bonita, de ciencia ficción. Trata sobre una anciana que vive en una colonia industrial, establecida en un planeta lejano. La explotación resulta no ser rentable, y todos los colonos emigran a otro mundo. Pero la anciana, buscando la libertad de la que no ha podido disfrutar en toda su vida, decide quedarse en el pueblo, completamente sola, durante los años que le queden. Ya no es un ama de casa, ni una empleada, ni una madre, ni siquiera una vieja. Es un ser único, independiente y -sobre todo- libre.

A veces la anciana se sienta frente al cuaderno de bitácora de la colonia, ahora abandonado, y lo reescribe según sus propios criterios. No lo hace muy a menudo, porque escribir le cuesta horrores. No soporta ser incapaz de escribir lo que piensa.

“Pensó en escribir en el archivo sus impresiones sobre la tormenta, pero no quería pugnar con las palabras”.

Me encantó esta frase. Más allá de las sobreexplotadas connotaciones de la palabra “palabra”, me pareció que describía una de mis sensaciones habituales con maravillosa concisión. Pugnar con las palabras, pelear con las palabras… Las palabras como una herramienta enemigo, atrayendo y repeliendo con idéntica fuerza. Armas de doble filo, medallas que atraviesan la piel con su imperdible…

No escribí antes porque estaba pugnando con las palabras.

(Porcentaje de realidad: 80%)